alabastro de gran precio y lo derramé sobre sus pies. Sentí que Él merecía esto y mucho más, que era nuestro Rey, nuestro Salvador, nuestro Sanador, que me había perdonado, y que en Él estaba la vida. Sé que muchos murmuraron cuando la casa se llenó del olor del perfume, consideraron que había sido un desperdicio de dinero. Pero Él aprobó lo que hice, dijo que ese acto lo había preparado para su sepultura. Han pasado las generaciones y Jesús sigue siendo el mismo hoy, ayer y siempre4. Sigue transformando
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